sábado, 15 de febrero de 2014

Con las zapatillas puestas


El credo en que creo





martes, 11 de febrero de 2014

Discípulomisionero



Creer en el cielo es para mí resistirme
a aceptar que la vida de todos y de cada uno de nosotros
es solo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos.


Apoyándome en Jesús, intuyo, presiento,
deseo y creo que Dios está conduciendo
hacia su verdadera plenitud el deseo de vida,
de justicia y de paz que se encierra en la creación
y en el corazón da la humanidad.
 

Creer en el cielo es para mí rebelarmecon todas mis fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres,
mujeres y niños, que solo han conocido en esta vida miseria,
hambre, humillación y sufrimientos,
quede enterrada para siempre en el olvido.


Creer en el cielo es para mí acercarme con esperanza
a tantas personas sin salud, enfermos crónicos,
minusválidos físicos y psíquicos,
personas hundidas en la depresión y la angustia,
cansadas de vivir y de luchar.


Siguiendo a Jesús, creo que un día conocerán
lo que es vivir con paz y salud total.
Escucharán las palabras del Padre:
Entra para siempre en el gozo de tu Señor.


No me resigno a que Dios sea para siempre un "Dios oculto",
del que no podamos conocer jamás su mirada, su ternura y sus abrazos.

No me puedo hacer a la idea de no encontrarme nunca con Jesús.
No me resigno a que tantos esfuerzos por un mundo
más humano y dichoso se pierdan en el vacío.


Quiero que un día los últimos sean los primeros
y que las prostitutas nos precedan.
Quiero conocer a los verdaderos santos de todas las religiones
y todos los ateísmos, los que vivieron amando
en el anonimato y sin esperar nada.

Un día podremos escuchar estas increíbles palabras
que el Apocalipsis pone en boca de Dios:

«Al que tenga sed,
yo le daré a beber gratis de la fuente de la vida».

¡Gratis! Sin merecerlo.
Así saciará Dios la sed de vida que hay en nosotros.

lunes, 10 de febrero de 2014

Llave y cerrojo


         No soy un escritor ni un sabio. Solo busco ser un hombre que ora. Sin la plegaria habría perdido la cabeza. Si no he perdido la paz del alma, a pesar de las pruebas, es porque esta paz me viene de la oración. Se puede vivir unos días sin comer, pero no sin orar. La oración es la llave de la mañana y el cerrojo de la noche.
GANDHI

         Estupenda esta confesión autobiográfica de Gandhi sobre la oración. Tenía razón la tradición cristiana cuando hablaba del rezar y lo comparaba con el respirar. Ni pedimos ni mandamos a nuestros pulmones que respiren: lo hacen espontáneamente, de lo contrario moriríamos. Lo mismo tendría que suceder con el alma. Si se debe planificar artificiosamente la oración, es señal de que el espíritu se ha vuelto tísico y necesita un tratamiento terapéutico. Sin embargo, a diferencia del movimiento espontáneo y natural de la respiración, rezar es también un arte y exige ejercicio, igual que el atleta, que mide sus movimientos y esfuerzos calculándolos según la actividad agonística. Por algo en griego áskesis significa «ejercicio».

         De las palabras de Gandhi me gusta la imagen final de la llave y el cerrojo. Es hermoso, de hecho –cuando cae la noche y estás tranquilo en tu casa, apagado el televisor- cerrar tu día con el sello de una pausa orante. O bien, salido del seno del sueño y de la noche, abrir las puertas del día con la llave de la oración que te coloca ante la vida iluminándola, aunque las horas que vengan resulten pesadas y quizá tenebrosas. Y será precisamente con este ejercicio constante de cerrar y abrir la casa del alma, igual que se hace con la casa material, que sucederá lo que decía el filósofo Jacques Maritain: «El creyente perfecto ora tan bien que ignora que reza».

jueves, 6 de febrero de 2014