No soy un escritor ni un sabio. Solo
busco ser un hombre que ora. Sin la plegaria habría perdido la cabeza. Si no he
perdido la paz del alma, a pesar de las pruebas, es porque esta paz me viene de
la oración. Se puede vivir unos días sin comer, pero no sin orar. La oración es
la llave de la mañana y el cerrojo de la noche.
GANDHI
Estupenda esta confesión autobiográfica de Gandhi sobre la
oración. Tenía razón la tradición cristiana cuando hablaba del rezar y lo
comparaba con el respirar. Ni pedimos ni mandamos a nuestros pulmones que
respiren: lo hacen espontáneamente, de lo contrario moriríamos. Lo mismo
tendría que suceder con el alma. Si se debe planificar artificiosamente la
oración, es señal de que el espíritu se ha vuelto tísico y necesita un
tratamiento terapéutico. Sin embargo, a diferencia del movimiento espontáneo y
natural de la respiración, rezar es también un arte y exige ejercicio, igual
que el atleta, que mide sus movimientos y esfuerzos calculándolos según la
actividad agonística. Por algo en griego áskesis
significa «ejercicio».
De las palabras de Gandhi me gusta la imagen final de la
llave y el cerrojo. Es hermoso, de hecho –cuando cae la noche y estás tranquilo
en tu casa, apagado el televisor- cerrar tu día con el sello de una pausa
orante. O bien, salido del seno del sueño y de la noche, abrir las puertas del
día con la llave de la oración que te coloca ante la vida iluminándola, aunque
las horas que vengan resulten pesadas y quizá tenebrosas. Y será precisamente
con este ejercicio constante de cerrar y abrir la casa del alma, igual que se
hace con la casa material, que sucederá lo que decía el filósofo Jacques
Maritain: «El creyente perfecto ora tan bien que ignora que reza».
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