lunes, 10 de febrero de 2014

Llave y cerrojo


         No soy un escritor ni un sabio. Solo busco ser un hombre que ora. Sin la plegaria habría perdido la cabeza. Si no he perdido la paz del alma, a pesar de las pruebas, es porque esta paz me viene de la oración. Se puede vivir unos días sin comer, pero no sin orar. La oración es la llave de la mañana y el cerrojo de la noche.
GANDHI

         Estupenda esta confesión autobiográfica de Gandhi sobre la oración. Tenía razón la tradición cristiana cuando hablaba del rezar y lo comparaba con el respirar. Ni pedimos ni mandamos a nuestros pulmones que respiren: lo hacen espontáneamente, de lo contrario moriríamos. Lo mismo tendría que suceder con el alma. Si se debe planificar artificiosamente la oración, es señal de que el espíritu se ha vuelto tísico y necesita un tratamiento terapéutico. Sin embargo, a diferencia del movimiento espontáneo y natural de la respiración, rezar es también un arte y exige ejercicio, igual que el atleta, que mide sus movimientos y esfuerzos calculándolos según la actividad agonística. Por algo en griego áskesis significa «ejercicio».

         De las palabras de Gandhi me gusta la imagen final de la llave y el cerrojo. Es hermoso, de hecho –cuando cae la noche y estás tranquilo en tu casa, apagado el televisor- cerrar tu día con el sello de una pausa orante. O bien, salido del seno del sueño y de la noche, abrir las puertas del día con la llave de la oración que te coloca ante la vida iluminándola, aunque las horas que vengan resulten pesadas y quizá tenebrosas. Y será precisamente con este ejercicio constante de cerrar y abrir la casa del alma, igual que se hace con la casa material, que sucederá lo que decía el filósofo Jacques Maritain: «El creyente perfecto ora tan bien que ignora que reza».

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