martes, 11 de febrero de 2014
Discípulomisionero
Creer en el cielo es para mí resistirme
a aceptar que la vida de todos y de cada uno de nosotros
es solo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos.
Apoyándome en Jesús, intuyo, presiento,
deseo y creo que Dios está conduciendo
hacia su verdadera plenitud el deseo de vida,
de justicia y de paz que se encierra en la creación
y en el corazón da la humanidad.
Creer en el cielo es para mí rebelarmecon todas mis fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres,
mujeres y niños, que solo han conocido en esta vida miseria,
hambre, humillación y sufrimientos,
quede enterrada para siempre en el olvido.
Creer en el cielo es para mí acercarme con esperanza
a tantas personas sin salud, enfermos crónicos,
minusválidos físicos y psíquicos,
personas hundidas en la depresión y la angustia,
cansadas de vivir y de luchar.
Siguiendo a Jesús, creo que un día conocerán
lo que es vivir con paz y salud total.
Escucharán las palabras del Padre:
Entra para siempre en el gozo de tu Señor.
No me resigno a que Dios sea para siempre un "Dios oculto",
del que no podamos conocer jamás su mirada, su ternura y sus abrazos.
No me puedo hacer a la idea de no encontrarme nunca con Jesús.
No me resigno a que tantos esfuerzos por un mundo
más humano y dichoso se pierdan en el vacío.
Quiero que un día los últimos sean los primeros
y que las prostitutas nos precedan.
Quiero conocer a los verdaderos santos de todas las religiones
y todos los ateísmos, los que vivieron amando
en el anonimato y sin esperar nada.
Un día podremos escuchar estas increíbles palabras
que el Apocalipsis pone en boca de Dios:
«Al que tenga sed,
yo le daré a beber gratis de la fuente de la vida».
¡Gratis! Sin merecerlo.
Así saciará Dios la sed de vida que hay en nosotros.
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